lunes, 10 de enero de 2011

Lectura: Telón en los Juegos Olímpicos

Comienzo de la entrada

Libro de lectura primero C: Telón en los Juegos Olímpicos.
Autora: Carmen Blánquez.

Nota: Antes de leer este cuento debes saber que está ambientado en la Grecia antigua y se desarrolla en el siglo quinto antes de Cristo. Los personajes protagonistas son ficticios, aunque sus nombres corresponden a los de muchachos que participaron realmente en los Juegos Olímpicos, y su entrenamiento debió ser muy similar al narrado aquí. El desarrollo de las distintas pruebas está tomado de relatos antiguos. También sucedió de verdad la guerra entre los griegos y el gran rey de los medos.

Comienzo del cuento, primer capítulo: La primera vez.

La primera vez que fui a Olimpia a ver los Juegos, yo era muy pequeño. Recuerdo que me asustaba la cantidad de gente que había por todas partes, gritando y riendo, y que hacía mucho, mucho calor. También me acuerdo, sobre todo, de las carreras de carros y del ruido de los caballos galopando tan rápido que parecía que ya nunca podrían parar. Cada vez que daban una vuelta completa al hipódromo y se aproximaban a donde estábamos nosotros, todo el mundo se ponía de pie y alzaba los brazos, aclamando a los que competían disputándose la victoria.
Yo gritaba también, y me sujetaba con fuerza a la cabeza de mi padre, que me encaramaba a sus hombros para que pudiera verlo todo bien. Habíamos ido hasta Olimpia en grupo, andando, porque nuestra ciudad estaba muy cerca. Y parte del camino, cuando yo estaba muy cansado, lo hice así, sobre sus hombros, escuchando lo que hablaba con los demás. Y lo que más me interesó fue que, según decía mi padre, en el hipódromo había una curva donde vivía un demonio. Y este demonio se divertía asustando a los caballos y engañando a los aurigas para hacerles perder.
Yo, ahora que estaba allí, miraba hacia la curva y no veía ni demonios ni nada parecido. Pero sí notaba que la multitud rugía con más fuerza y que los caballos se espantaban al dar la vuelta a toda velocidad. La carrera duró muchas horas y el bosque cercano estaba iluminado con una luz dorada, del sol que se ponía, cuando al vencedor, que estaba vestido con una túnica larga que le llegaba hasta los tobillos, le premiaron con una cinta de lana que colocaron en su frente.
Dormí acurrucado con mi padre, mi tío y algunos más en una tienda de campaña, en el bosque que había junto al hipódromo, entre árbolesque olían muy bien. Yo estaba cansadísimo pero también nervioso por todo lo que había visto. Además estábamos rodeados de gente que continuaba el jaleo y hablaba sin parar, comentando la carrera.
El caso es que, como no podía dormir, le pedí a mi padre que me contara las historias de Zeus y los primeros Juegos. Nunca se negaba a hacerlo, porque le gustaba, como a mí, y yo me las sabía casi de memoria. Siempre empezaba igual: "Cronos fue el primer rey del cielo."
"Cronos fue el primer rey del cielo" ,repetía yo, bajito, casi sin pronunciar las palabras.
"Y su mujer, Rea, dio a luz a un hijo y lo hizo de noche, en secreto, escondida en una cueva que había en la isla de Creta. Tuvo que hacerlo así porque Cronos tenía miedo de que sus hijos le quitaran el trono cuando crecieran, y por eso se los comía cuando nacían. Y ya había devorado a cinco niños y niñas que Rea, su mujer, había tenido antes."
Al llegar aquí, yo cogía la mano de mi padre, que siempre me la apretaba antes de continuar con el cuento.
"A la mañana siguiente, Rea le llevó a Cronos una piedra envuelta en pañales y Cronos se la comió creyendo que era un niño. Después, Rea, encargó a cinco hermanos que cuidaran y mantuvieran oculto a su hijo Zeus, y el mayor de estos cinco hermanos se llamaba Heracles."
"Heracles y sus hermanos llegaron a Olimpia y allí les propuso un juego: una carrera. Y aquel que ganara recibiría como premio una corona de hojas de olivo silvestre. Porque aquello estaba lleno de olivos, y aprovechaban sus hojas para todo, incluso para hacerse un colchón y dormir sobre él. Así inventó Heracles los Juegos, que todavía hoy se siguen celebrando en Olimpia, y por eso al que consigue la victoria se le corona con hojas de olivo."
En este punto del relato, mi padre se detenía y esperaba la pregunta que yo le hacía siempre.
¿Y hay Juegos todos los años en verano?
-No, contesto él, Heracles decidió que fueran en el quinto año, porque él y sus hermanos eran cinco.
- Pero, ¿y Zeus?, preguntó, ¿qué le pasó?
Por un momento tuve la sensación de que mi padre no iba a continuar. Se quedó callado, se levantó y salió de la tienda. Fui tras él, y nos sentamos juntos apoyando la espalda en un olivo, mirando al cielo, al reino de Cronos. Yo quería que siguiera contándome cosas, e insistí.
- ¿Qué le pasó a Zeus?
- "Cuando Zeus creció, me dijo, luchó contra su padre, Cronos. Primero le dio una droga para que vomitara los niños que se había comido, y después, con ayuda de sus hermanos y hermanas, le venció y se convirtió en el nuevo rey del cielo. Y estaba tan contento por su victoria que ordenó que en su honor, para celebrar su triunfo, se organizaran unos Juegos en la ciudad de Olimpia."
Todas las historias sobre los Juegos, y había más, acababan igual: en Olimpia, donde estábamos ahora, había una gran celebración cada cuatro años, y allí acudían de todas partes, incluso desde muy lejos, hombres que sabían, como yo, estos relatos y que querían que no se olvidaran.
Y por eso corrían y luchaban como Zeus y Heracles y al que ganaba se le premiaba con esa corona de ramas de olivo y se ponían muy contentos porque todo el mundo se enteraba de su victoria y les felicitaba.
Y era lo mejor que podía pasarte, porque todos pensaban que eras el más fuerte, hábil y astuto, y también el más valiente, no tanto como el rey del cielo, claro, pero parecido. Y aunque vivieras muchos años más, se seguía recordando tu victoria, incluso tu nombre, que se escribía en unas listas muy largas que se guardaban para siempre.
Bueno, seguramente aquella noche yo todavía no comprendía todo esto, porque era demasiado pequeño, pero sí sabía que mi padre había estado mucho tiempo fuera de casa, luchando contra un gran rey que no era griego, y estaba seguro de que había sido muy valiente y había ganado. Y recuerdo a toda la gente de la ciudad donde yo vivía gritando de alegría cuando él y los demás volvieron de la guerra, aunque no le dieron ninguna corona.
Debí quedarme dormido, al fin, y los Juegos continuaron los días siguientes, con el mismo calor y alboroto por todas partes. Y otra cosa que recuerdo muy bien, además de las carreras de caballos y carros, es la música de las flautas, que sólo tocaban mientras los atletas saltaban, no cuando corrían o luchaban.
Desde entonces, desde aquella primera vez que mi padre me llevó con él a Olimpia a ver los Juegos, soñaba con volver, aunque mi madre se preocupó mucho cuando regresamos a casa, a mi ciudad, y me vio tan sediento y agotado.
Pero es que ella no entendía lo contento que yo estaba, como mi padre y mi tío, porque estaba prohibido que las mujeres, aunque fuesen madres, vieran los Juegos, y a la que lo hacía la tiraban al mar desde lo alto de una montaña.
Y aunque yo quería contarle todo lo que había visto y lo bien que me lo había pasado, ella sólo quería que me durmiera y repetía:
- Telón, ahora tienes que descansar o te pondrás malo.
La verdad es que tenía razón. Yo casi siempre estaba malo. Me cansaba en seguida, era el que menos corría de mis amigos y, en vez de ir en verano a nadar al río como los demás, sólo podía bañarme en la fuente que estaba llena de personas que iban allí a curarse. Pero yo no me ponía fuerte, aunque mi ciudad era famosa porque el agua de la fuente vivían unas ninfas que curaban toda clase de enfermedades a los que se bañaran en ella.
- Vamos, Telón, calla y duérmete, insistía mi madre. Mañana me lo contarás todo.
Cerré los ojos y mi madre se fue, después de estar quieta un rato a mi lado. Se había acabado lo bueno y si no descansaba no me dejaría ir al día siguiente al bosque con mis amigos. Y yo tenía que contarles todo también a ellos, y así, esta vez, yo sería el más importante. No como cuando ellos corrían sin parar y yo tenía que sentarme porque me dolía el pecho al respirar, y sólo mi amigo Duris se quedaba para esperarme.
Desde entonces han pasado cuatro años pero todavía, cuando pienso en aquellos días, noto la misma sensación de alegría y me dan ganas de correr. Bueno, es que yo, desde que volví de Olimpia, todo lo hacía corriendo y dejé de cansarme, y mis amigos empezaron a reconocer que era el más rápido. Tanto, que se empezó a decir que yo podría ir a los Juegos en honor de Zeus y participar en la carrera. Y en mi ciudad, en Heraclea, me animaban y mi madre decía que habían sido las ninfas de la fuente las que me habían curado. Fin del primer capítulo.

Vocabulario:
Auriga: así se llamaba en la antigua Grecia a los que conducían los carros.
Ninfa: Eran como las hadas de nuestros cuentos, divinidades con figura de hermosas muchachas, que habitaban en los ríos, fuentes y bosques.

Ejercicios:

Contesta a las siguientes cuestiones:

1. ¿En honor de qué Dios se celebraban los Juegos?


2. ¿Quién inventó los Juegos?

3. ¿Qué recibía el vencedor de los Juegos como premio?

4. ¿En qué ciudad se celebraban los Juegos?

¿Cada cuantos años?

¿En qué meses?

5. ¿En qué ciudad viven Telón y su familia?

6. ¿Podían las mujeres asistir a los Juegos Olímpicos?

¿Qué les pasaba a las que lo hacía?

Fin de los ejercicios y de esta entrada.




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